Editorial

Venticinco años

Cuando vea la luz pública esta nueva edición de Aquichan, se habrán cumplido las celebraciones del vigésimo quinto año de existencia de la UNIVERSIDAD DE LA SABANA, sus bodas de plata, y con estas la satisfacción de todos quienes trabajamos en ella, por la labor cumplida durante una existencia corta, en términos relativos frente a la mayoría de nuestras universidades colegas, pero pletórica de realizaciones, hasta tal punto que podemos considerarnos como una institución en plena madurez, superadas ya las etapas de una niñez, en la cual los propósitos de los fundadores aparecían ante muchos como utópicos e irrealizables, y de una juventud que mostró al país la maravillosa eclosión de una Universidad muy joven, que pasó en poco tiempo a colocarse entre las mejores del país.

Esta historia corta, pero no por ello menos importante, nos obliga, primeramente, a volver los ojos hacia la divina Providencia, que siempre estuvo con nosotros en los momentos duros, que ciertamente nunca han faltado, y en aquellos otros en que todo parecía salir muy bien. Luego, hacia toda esa pléyade de personas que, desde diferentes posiciones, pero siempre con la misma ilusión, han trabajado abnegadamente para que hayamos podido llegar a este aniversario con las realizaciones obtenidas, a quienes va nuestro más sentido agradecimiento. Igualmente, hacia esos miles de alumnos y ex alumnos, que comienzan a hacerse sentir en el país como una comunidad ligada por una misma formación, que debe ser como un sello que distinga a todas las personas que se vinculan a nuestra Universidad y que se sienten partícipes y herederos de nuestra Alma Máter. Por último, a todo un país que ha creído en nosotros y con el cual nos sentimos en deuda, debiendo aportarle lo mejor de nuestra proyección social, fruto de articular nuestra docencia con nuestra investigación. Esta, todavía incipiente, pero ya en proceso de consolidación a través de varias de sus manifestaciones, algunas de las cuales han recibido reconocimiento externo.

Un aniversario como el que acabamos de celebrar, de una manera muy sobria, a la par que nos permite una mirada retrospectiva para celebrar todo cuanto hemos logrado, nos obliga a avizorar igualmente un futuro que está por construir. Con todo cuanto hemos logrado hasta la fecha, los proyectos de nuestra Universidad muestran que es mucho más aquello que falta por alcanzar. Quizá sea ésta una perspectiva que deba estar siempre ligada a nuestro quehacer universitario, en tanto nos sentimos con una clara vocación hacia la excelencia; porque sólo llegaremos a realizar los propósitos de los fundadores, en la medida en que podamos llegar a ser el mejor centro universitario del país, en donde se formen aquellos que, por sus condiciones personales, por ser la flor y nata de nuestra juventud, con independencia de sus condiciones económicas, y por la preparación esmerada que hayan recibido, alcancen las mejores posiciones y puedan proyectar desde ellas la formación adquirida; en la medida en que contemos con la mejor y más formada planta de profesores de nuestro medio, y en la medida en que desde nuestra entidad se difunda un pensamiento con hondo sentido cristiano, como corresponde a la inspiración de esta Universidad, a pesar de su carácter civil y no confesional, que impregne todas las capas de nuestra nacionalidad.

Se dirá que las expresiones anteriores están impregnadas de un tinte de soberbia o que constituyen un querer poco menos que inalcanzable. Ni lo uno, ni lo otro, ya que esta Universidad fue fundada con esa vocación, de ir, como lo expresara su primer Rector, a la excelencia a través de la exigencia. La primera es una meta propia de su vocación fundacional, porque solamente mediante ella logrará impactar de una manera seria a nuestra sociedad, y la segunda es el único camino que puede seguirse para alcanzar la finalidad querida, cuyas dificultades no se escapan a ninguno de nosotros. Quienes no pudieran entender este mensaje, no estarían en condiciones de contribuir para sacar adelante los propósitos expresados en nuestro Proyecto Educativo Educacional.

De este proyecto, porque nuestras realidades son apenas una base para algo que deberemos alcanzar, forma parte muy importante nuestra Facultad de Enfermería, creada desde el 21 de marzo de 1991. Es uno de nuestros primeros programas acreditados, que enfrenta los mismos retos de alcanzar un excelente nivel profesoral y académico; forma a sus alumnos en un modelo inspirado por la doctora Callista Roy, escogido desde los trabajos preparatorios de la Facultad, claramente volcado hacia el cuidado de las personas y hacia la promoción de la salud, con una visión cristiana en el ejercicio de una de las más nobles profesiones, como que es de aquellas que están más cerca de quienes sufren.

Por todo ello, quiero invitar a nuestros profesores y a nuestras profesoras de Enfermería, y a nuestros enfermeros y enfermeras, de la misma manera que a todos nuestros estudiantes de la Facultad, no sólo a celebrar con nosotros el aniversario alcanzado y con él los logros de la Universidad y los específicos del programa, sino igualmente a participar de los propósitos e ilusiones que deben ser la meta que guíe nuestro caminar a partir de este año. La traducción castiza del nombre de esta publicación debe ser para todos nosotros una luz en nuestro horizonte, no ya proyectada solamente a la atención a los demás, propia del profesional en Enfermería, sino también al esfuerzo de superación que nos espera. Este, para que sea algo más que una ilusión, debe ser objeto de un particular “cuidado”.

Que los logros alcanzados, como el reconocimiento otorgado por Colciencias al grupo de estudio del modelo de adaptación (C. Roy), como grupo de investigación, nos sirvan de pedestal para continuar en nuestro ascenso, es el mensaje que quiero dejar a toda la comunidad universitaria y, dentro de ella, particularmente a este grupo tan querido y tan cercano a los enunciados de nuestro PEI, como son todas las personas vinculadas a nuestra Facultad de Enfermería.

ÁLVARO MENDOZA RAMÍREZ
Rector